¿Cuál es tu Santo de Oro favorito en Saint Seiya?

miércoles, 14 de julio de 2010

Angels. Capítulo 16

Angels.
Capítulo 16.
Resurgido de nuevo.

Nora abrió los ojos de par en par por la sorpresa. Aquello era imposible. Relajó un poco la postura y frunció el ceño. Venga ya, pensó, esto parece una película de ciencia-ficción. Y es que, lo que Nora estaba viendo era, nada más y nada menos, que a dos Camus. El que la había atacado estaba en frente de ella, y el otro estaba un poco más alejado. El que la había atacado miró con cólera al recién llegado que lo miraba con recelo y duda.

-¿Quién eres, impostor?-le preguntó el primero al segundo con tanta rabia que parecía que más que hablar escupía las palabras.

-¿¡Qué!?-soltó el otro fríamente.

El primero abanzó un paso hacia el segundo con aire amenazador.

Nora retrocedió un paso, pero Dartsa, que hasta ese momento parecía haberse olvidado de la Angel Caída para centrar su atención en los dos Camus, la miró fijamente.

La mirada de la Angel se envenenó y contempló con rabia a la asesina de sus padres. Esta tenía el pelo naranja intenso por la cintura, los ojos marrones y una piel inmensamente pálida, era alta y atlética y tenía treinta y cinco años.

-Tú...-susurró Nora con un odio enorme que nadie se habría imaginado que podía albergarse en ella.

-Volvemos a vernos las caras, Caída.-le respondió Dartsa con el mismo tono de voz.

Dartsa echó una pierna para atrás y convirtiendo las manos en puños, agachó una rodilla. Esta comenzó a aumentar su cosmos, preparando su ataque. Pero cuando parecía que iba a ejecutarlo, murmuró unas palabras y se desvaneció en el aire.

El primer Camus se giró inmediatamente y miró a la Angel.

-La orden sigue en pie.-dijo solamente.

Nora, cuyo cosmos crecía muy lentamente, tanto que casi no se podía notara, lo miró en el momento justo para ver como la atacaba.






Bella lo supo en el momento exacto en que Dartsa pisó su templo. A cada paso que daba la Amazona Negra, su templo iba volviéndose negro, consumido por la oscuridad. La sacerdotisa sufrió un escalofrío y el miedo comenzó a fluír por su sangre, empapando su ser. Era muy poderosa, pero solo como sacerdotisa, contra alguien como Dartsa nada podía hacer.
La sacerdotisa oía cada vez más fuerte el sonido de su muerte a cada paso que la Amazona Negra daba hacia ella.





Shaka miró a su alrededor, después de la muerte de Cristian y de que se apagara el sentencial susurro, todo nuevamente se había vuelto negro. Ya ni siquiera estaba seguro de encontrarse en su templo. Entonces, se le ocurrió una idea para avisar a Atenea y a Artemisa que quizá diera resultado. Una idea que podría salvar a Bella si las Diosas entendía su significado.
El Santo de Oro de Virgo cogió su rosario y se lo arrancó del cuello, rompiéndolo de forma que un par de bolitas saltaron al suelo con un ruído sordo. Sujetando el rosario apretándolo contra la mano con el dedo pulgar, levantó la otra y se cortó la palma de la que sujetaba el rosario. La sangre comenzó a fluír y pronto empapó completamente el rosario. Entonces, concentró su cosmos al máximo y, sin saber como, durante un segundo adquirió la misma cualidad que el Santo de Oro de Aries, y el rosario desapareció.




Saori y Linda miraron atónitas como aparecía ante sus ojos un rosario. Atenea lo recogió antes de que llegara al suelo y, cuando se levantó y abrió las manos que lo habían recogido para mirarlo más detenidamente, miró que tenía las manos empapadas de sangre y que esta goteaba entre sus dedos. Una sangre que venía con el rosario.

-Shaka.-entendió Saori.

-¿Qué pretende decirnos con esto?-inquirió Linda.

Afrodita se acercó a ellas y contempló el rosario.

-Puede querer deciros que algo importante... No, alguien importantese encuentra el peligro.-dijo Afrodita demostrando una muy buena capacidad de descrifrar las cosas.

-¿Cómo?-empezó Linda.

-Ah ya veo, mira Ártemis, el rosario es algo muy valioso para él y el que lo haya roto y manchado de su sangre solo puede querer decir que alguien muy importante para él está en peligro...

-Oh.-dijo Linda comprendiendo lo que el Santo de Oro de Piscis y Atenea le quería decir. Pero, entonces, entendió quién era ese alguien importante. Bella.-Saori...

-Qu...-empezó la interpelada. Pero entonces, le tocó el turno de entender a ella.

-Ya es hora de desbaratar este ataque.-dijo Linda con una tétrica sonrisa.






Kat volvió a mirar a su alrededor, confusa. Aunque lo único que consiguió fue volver a descubrir que seguía sin ver nada. Frustrada, lanzó un gruñido entre dientes. El ataque la había aislado totalmente.

-¡Saga! ¡Nora! ¡Linda! ¿Alguien me oye?-gritó.

Pero su respuesta fue el mismo frío y solitario silencio que la llevaba acompañando todo el rato.

Suspiró con fuerza y se encontró con que estaba temblando. Hacía frío, mucho frío. Enseguida comenzó a tiritar, y, aunque se abrazó a sí misma intentando buscar alguna fuente de calor, le empezaron a castañetear los dientes.

Las piernas le flaquearon, y cayó de rodillas al suelo.






Nora miró fijamente al primer Camus con la cólera hirviendo en sus ojos verdes. Sin pensarselo dos veces, él la atacó.

-¡Diamond Dust!

La Angel esbozó una sonrisa maquiavélica. Y justo cuando el ataque estaba a un par de milímetros de su piel, una honda de fuego surgió de ella llevándose el atque por delante y deshaciéndolo.

-¿Cómo diablos has podido parar un ataque así?-exclamó sorprendido el primer Camus.

"¿Qué? Es imposible que no sepa cómo he parado su ataque. Camus lo sabría. Es más, sabría desde incluso antes de atacar que no lograría tocarme."pensó Nora.

La Angel clavó la mirada en el primer Camus.

Entonces, unas enormes plantas comenzaron a surgir del suelo y a entrelazarse en las piernas del primer Camus. Este hizo ademán de asestarle una patada a la planta para sacársela de encima, pero no podía mover la pierna.

-Ni has necesitado ver o decir algo... Ni siquiera concentrarte...-murmuró el atrapado- Me temo que te he subestimado.

La planta seguía creciendo y atrapándolo.

Desesperado, él intentó liberarse. Mas era incapaz.

Nora dio un paso atrás y se giró, dando por sentado que él nunca podría liberarse.

Pero el primer Camus encendió de golpe su cosmos y la planta estalló quemada.

-¡¡Freezing coffin!!-exclamó.

La chica giró la cara justo para verlo y solo tubo tiempo de cubrirse la mara con los brazos.

"Estoy perdida... Mierda... Cómo pude caer en una trampa tan burda... Camus" pensó la Angel mientras una única lágrima rodaba por su mejilla derecha.

-¡Aurora execution!

Nora apartó los brazos, sorprendida, y abrió los ojos para ver quién era su salvador.

El segundo Camus estaba delante de ella y acababa de atacar al primero.

-¿Qué...?-consigió articular ella.

-¿Quién eres, traidor, que te atreves a tomar mi forma?-le preguntó el segundo al primero.

El segundo abrió la boca para contestar, pero no pudo ni articular palabra.





Kat abrió los ojos y notó que la temperatura no era tan baja. Sintió que el ataque se debilitaba. Ante ella se abrió a su brecha bastante grande. Al otro lado, se encontraba Camus. Pero nada más verlo, se dio cuenta de la trampa.

Y el odio volvió a surgir en ella, un odio con el que ya se había encontrado unas semanas antes...





Camus (segundo) vio como saltaba el enorme lobo cobrizo hacia el primer Camus, y gracias a sus buenos reflejos, consigió apartar a Nora y a sí mismo.

La Angel cerró los ojos con fuerza al notar el impacto contra el suelo, cuando los abrió, se encontró a Camus encima suya con las manos apoyadas en el suelo a ambos lados de su cabeza.

-¿Estás bien?-le preguntó el Santo con preocupación.

-S...sí.-le respondió Nora.

En un principio, esta pensó que había sido una estupidez lo que Camus había hecho, pero ese pensamiento se borró rápidamente de su cabeza al ver que una lluvia de cristales había caído por todo el lugar, como si al resquebrajarse ligeramente el ataque se hubiera roto un inmenso espejo. Ningún pedazo de cristal había tocado a la Angel Caída gracias a que Camus los había tapado utilizando como escudo su propio cuerpo.

El Santo se apartó para un lado para dejar salir a Nora. Esta se apartó un poco para el lado contrario poniéndose de rodillas. A su lado, Camus se dejó caer estrepitosamente a su lado.

Nora observó con los ojos abiertos por la expectación los inmensos cristales que estaban clavados en la espalda de él. La mayoría no había llegado a clavarse en su cuerpo por la armadura, pero los dos más grandes habían atravesado su armadura.

-¡Camus! ¡Díos mío, qué diablos...!-exclamó la chica.

-No entiendo... cómo han podido... atravesar la armadura...-logró decir Camus entre jadeos.

-Quítate la armadura, voy a quitártelos.-le dijo con seriedad ella.

El Santo de oro de Acuario iba a replicarle algo, pero al ver el semblante serio de ella decidió hacerle caso. Cerró los ojos, y apenas unos segundos después, su armadura se desprendió de él y se juntó colocándose a un par de metros de ellos.

Inclinándose sobre él, Nora observó con cautela la espalda desnuda del Santo, donde dos cristales de un color negro de aspecto fúnebre sobresalían. La chica frunció el ceño.

-¿Camus?-lo llamó.

-¿Qu... qué?-cada vez le faltaban más fuerzas al Santo.

-Te está absorviendo tu energía. Voy a intentar arrancártelos, pero...

-Pero... ¿qué?

-La herida es demasiado grande...

-Hazlo.-le respondió con rotundencia Camus.

-Podrías desangrarte.-la duda sobre qué hacer asomaba a los ojos verdes de ella.

-Soy un Santo de oro de Atenea, Nora, podré con ello.

La Angel apretó los dientes. Dartsa se la había jugado, y bien. Primero, aquella persona disfrazada de Camus que la había atacado, engañándola, y después, aquello. "No, Dartsa, las vas a pagar todas juntas."pensó. Fijó la vista en el cristal más grande de los dos, estaba clavado en una diagonal hacia la derecha desde la parte superior de la espalda de Camus. El cristal se estaba empezando a teñir de rojo a causa de la sangre. Cogió el cristal con una mano mientras apoyaba la otra en el brazo de él para infundirle apoyo y tiró del cristal. Este le lanzó una descargar que hizo que soltara un alarido y retirara la mano. Se había undido más.

-Es... como las... flecha... que estubo... a punto de... matar... a Saori...-dijo Camus.-Cuanto... más la... intentes arrancar... más... se... clava...

Miró a los ojos a la chica. Esta mantenía la vista clavada en la espalda de él con los ojos entrecerrados, pero al notar que la miraba dirigió sus ojos verdes a los azules de él.

La tristeza, el odio y el cariño se mezclaba en las miradas de ambos. Los tres sentimientos por razones bien distintas entre sí pero identicas entre ambas miradas. Tristeza, por el sufrimiento de él, odio hacia sus enemigas, y cariño por ella, por parte de él, y por él, por parte de ella.

-Va a salir, sí o sí.-dijo secamente ella.

-No... Solo te harás daño... Déjalo...

-Camus, si no te los quitamos te matarán.

-Y si los quitas te mataran a tí.-le replicó el caballero.

Nora cerró los ojos, llenos de lágrimas.

-No, Camus. Me da igual lo que me pase, vas a sobrevivir...

-Nora...-murmuró él.

Pero entonces, una risa esquizofrénica sonó a sus espaldas.

Nora se volteó a mirar a quién se atrevía a reirse de aquello.

Dartsa.

-Aguanta...-le murmuró Nora a Camus.

Entonces, se levantó con firmeza y se giró para quedar frente a frente con la amazona negra.

-Ais... Qué bonito. Lástima que no vaya a sobrevivir, ¿verdad?-dijo con voz tétrica Dartsa.

-Dartsa... Prepárate.-la cortó Nora con voz fúnebre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por tu review!