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miércoles, 14 de julio de 2010

Sangre eterna. Capítulo 5

Sangre eterna.

Capítulo 5

Recuerdo.


Lo siento... No he visto nada.


Irynara miró a su familia con tristeza, hondamente apenada por no ser de utilidad.


No te preocupes...—Alan le pasó el brazo por los hombros para tranquilizarla.


Habrá que decírselo a los chuchos.—dijo secamente Aile.


Oh, venga, no hables de ellos así. Pobres.—le dijo Irynara a su hija adoptiva con una sonrisa.—No tuvieron...—la vampiresa cayó en la mitad de la frase. "Ellos no tuvieron elección, pero nosotros tampoco", pensó.



¿Quién va a contárselo?—preguntó Alexander mirando a sus hermanos.


Como nadie respondió, Bianca decidió que a ella no le molestaba tanto.


Si queréis iré yo...


La vampiresa era de estatura media, buen cuerpo y piel pálida, como su condición regía; pelo rubio oscuro largo y ondulado y ojos de color avellana.


Su pareja la miró enarcando las cejas.


Bianca miró a Alexander con gesto de sorpresa. Con una mueca que quería decir claramente: "Aún por encima de que como tú no quieres ir me ofrezco yo, y vas y me pones esa carita".


Alex relajó el rostro por miedo a que a Bianca le diera por cabrearse.


¿Seguro que no te molesta?—se preocupó Alan.


Bianca extendió y sacudió la mano izquierda como si barriese con ella algo invisible.


Bah...—se limitó a responder.


Está bien.






Richard se envaró en cuanto percibió el olor a vampiro.


¿Quién es?—le preguntó a Paul, que estaba unos metros más allá, puesto que él casi no podía distinguir nada en aquel olor dado que no estaba acostumbrado a él y además la distancia acentuaba la borrosidad del olor.


Bianca. Es del clan de la vampiresa que se encontraba antes aquí.—le respondió el licántropo alfa de Forks.


Croy alzó la cabeza al oírles. "Viene una Winsher" pensó. En efecto, iba una Winsher a su encuentro, pero no la Winsher que él deseaba volver a ver.


El chico, que se encontraba sentado contra un árbol con las rodillas flexionadas, cruzó los brazos encima de las rodillas y enterró la cabeza en ellos, intentando disipar de su mente el recuerdo de Aile.


Saphira notó el gesto de su hermano y se acercó a él.


Croy, ¿qué pasa?—le preguntó en un susurro acuclillándose a su lado.


El licántropo alzó la cabeza.


No, nada. No te preocupes.—le respondió él esbozando su magnífica sonrisa, a la que tenía acostumbrada a su hermana mayor.


Esta le devolvió la sonrisa y se alejó de su hermano para volver a sentarse en el mismo sitio en el que estaba antes de haberse levantado.


Croy volvió a hundir la cabeza entre los brazos mientras montones de pensamientos contradictorios mantenían una gran lucha en su mente.



Licántropos...—todos se volvieron hacia la vampiresa que acababa de llegar.


¿Y bien?—la pregunta fue formulada por Richard.


Nada. Irynara no logró ver nada. Lo sentimos, pero estamos igual que antes.


Un licántropo dejó escapar un gruñido. Bianca dirigió una mirada circular a todos, buscando con la mirada al causante del gruñido. Nadie dijo nada. La vampiresa se encogió de hombros.


Bueno, si hay alguna novedad os avisaremos. De momento, es mejor seguir patrullando y estar alerta. No hay mucho que podamos hacer.


Está bien.—Selyan estaba serena, a pesar de todo.


Bianca asintió con la cabeza y salió corriendo del lugar.




Aile contemplaba la belleza efímera de la noche. Apoyada en el marco de la ventana abierta de su habitación, dejó escapar un suspiro ante la negrura que se cernía sobre su cabeza. Un grito sonó en su cabeza y la vampiresa cerró los ojos con fuerza, luchando con el recuerdo por quitarlo de su mente. Una noche como esa, hacía seiscientos años, había comenzado su tortura...


En su mente, una neblina comenzó a tomar forma y a mostrar un terrible recuerdo...


El hombre la empujó y la tiró al suelo, ella cayó sentada. El hombre apretó una mano formando con ella un puño y alzó el brazo. El puñetazo le atizó en toda la mejilla izquierda y la joven dio con la cabeza en el suelo. Miró las ropas de él. La túnica era verde y los pantalones de montar a caballo, marrones. La única pieza de su armadura que lo cubría era la del pectoral, de acero brillante lucía el emblema de su ejército. El caballo sobre dos patas que se alzaba en el emblema lucía rojo por la sangre. Sangre perteneciente a los duques de Cambairlle. La joven pensó en lo que había sucedido, su madre tuviera una muerte rápida, una daga negra con manchas de sangre seca empuñada por aquel hombre le había degollado con rapidez el cuello; su padre no había tenido la misma suerte. Tras una lucha encarnizada con aquel hombre, el duque solo había logrado tocar con su espada el hombro del traidor. Contrariamente, el traidor le hiciera múltiples hematomas, le fracturara varios huesos y le atravesara múltiples veces con su espada. El duque Ergan Black, dueño del castillo de Cambairlle, yacía ahora a unos metros más allá. La joven seguía sin acabar de creerse la traición que aquel caballero había cometido contra los que le mantenían. Aquel caballero traidor tenía como nombre Shuren y la joven hija de los duques incluso había llegado a sentir atracción por él. No le habían hecho nada malo. Ahora la chica comprendió a qué se referían sus padres cuando le decían que tuviera cuidado con la gente.


No te resistas y saldrás con vida.—le dijo Shuren sonriendo de forma maquiavélica.


Por primera vez en su vida, Aile Black tubo miedo de la sonrisa de alguien.




Un aullido sacó a la vampiresa de sus pensamientos. Aile sintió un profundo alivio cuando el recuerdo se disipó en su momento más terrible.


La ira comenzó a fluir por las venas de la vampiresa con una fuerza inmensa. Pensó en lo que le había hecho aquel caballero al que en ciertos momentos llegara a desear y un escalofrío de furia le recorrió la médula. Jamás permitiría que un hombre le volviera a hacer eso. Jamás. Porque ahora, solo con una mirada ella le podría causar un dolor infinitamente peor.

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