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miércoles, 14 de julio de 2010

Angels. Capítulo 17

Angels.
Capítulo 17.
Nora POV. Dulce venganza.

Furia y dolor se mezclaban dentro de mí. Mis padres habían muerto en manos de ella, todo mi maravilloso mundo había caído por su culpa.

¿Por qué? ¿Por qué?


-¡¡Mami!! ¿Falta mucho para llegar? Mami...

-Nora, hija, tranquila, dentro de diez minutos llegaremos al zoo. Relájate.

-Humf... Está bien...

-Cariño, no te preocupes, si dejas de preguntar cuánto falta después te compraré un helado. Promesa de padre a hija. ¿Vale?

-¡Vale, papi! ¡Gracias!

No pregunto más. Llegamos al zoo. Lo pasamos bien, hasta a un guardia le caigo bien y me deja coger a una pitón. Mi madre mira a la serpiente horrorizada, a mi padre le hace gracia su expresión. Y yo disfrutaba como la niña de cinco años que era.

Otro recuerdo...

Estoy viendo en la tele unos dibujos animados. De repente comienza a llover, mi madre sale corriendo de casa a guardar la ropa. Demasiado tarde. La ropa está empapada y ella también.
Mi madre se enfada. Yo me levantó del sofá, apago la televisión y salgo fuera a junto de ella.

-¡Nora! ¿Qué haces? Cariño métete en casa que te vas a empapar.

-Mami, te vengo a ayudar a recoger.

-No, cielo, no. Rápido, ¡para casa! ¡Venga, antes de que te empapes y te resfries!

Siento un impulso. Algo me recorre. Quiero que deje de llover.

-Para.

-¿Qué? Nora, ¿con quién hablas?

-No hablo, mami, ordeno. Le estoy diciendo a la lluvia que pare.

Mi madre me mira con expresión sumamente extrañada.

Yo cierro los ojos, pienso en mi casa y en la lluvia. Digo mentalmente que pare. Pienso en mi casa y en un cielo despejado y con el sol dando justo en el tendal. Digo mentalmente que se cumpla.

Abro los ojos. Sucedió. La ropa comienza a secarse. El pelo rojo de mi madre se seca. Ambas nos secamos rápidamente gracias al calor.


¿Qué había hecho mal mis padres? ¿El qué? Encontré la respuesta.

Su único error había sido traer a la Angel Caída a este mundo. Su único error fui yo.

La culpa era mía, mía, mía...

Una fuerte oleada de dolor me golpeó y hundió con su fuerza. Sentía que casi no podía respirar.

Me estaba ahogando...

Ahogando en mi propio dolor. Dolor por la pérdida de mis padres, dolor por lo que le estaba sucediendo a Camus, dolor, pero ante todo, dolor de culpabilidad...

Bajo aquel manto de sufrimiento algo me arrastró hacia abajo...

Camus. Intenta decirme algo pero no encuentra palabras. Lo miro con curiosidad, creo saber lo que va a decirme. Quiero creer saberlo.
Me coge el rostro con suavidad me besa.
Dejo caer mis brazos alrededor de su cuello y me entrego a aquel beso apasionado que nadie relacionaria con él, el Señor de los Hielos. "No sabía que el hielo pudiera arder" pienso "bueno, pues avivemos más las llamas".
Nos separamos y nos sonreímos.
Le pregunto si volvemos.
Dice él entonces quella maravillosa frase:

-Vale. Bueno, ahora te diré lo que tenía pensado. Nora, te amo.

Estoy a punto de echarme a llorar, nunca antes me había sentido tan feliz.

-No te puedes ni imaginar lo que yo a ti. Eres lo mejor que me ha pasado, Camus. Ojalá nos hubiéramos conocido antes.- respondo yo.

-Sí, ángel mío, sí.

Volvemos a la mansión, me ama, le amo.

Camus. Sus labios sobre los míos, y esa sensación... Todo se desvanece a nuestro alrededor, solo nosotros, solo él...
Él, solo él...
Su pelo, sus labios y, por último, sus ojos... Aquel azul en en el que me perdía... Aquel mar propio de belleza azul en el que adentrabas y que luego te arrastraba hasta el fondo con sus corrientes... Y luego no podías volver a la superficie...

Pero entonces... Camus apareció nuevamente en mi mente, con un recuerdo no demasiado lejano...

-Entonces... ¿crees que la otra parte de la joya podría estar con ellos?

-No lo sé, Nora, el manuscrito es muy antiguo, pero tratándose de una secta de tanta importancia que además se guarrdaba en secreto es muy probable. Y que el documento estubiera en el mismo montón que los de la Joya del Apocalípsis da que pensar.-me responde Bella.

-¿No deberíamos informar a los demás?-le pregunto.

-No, es algo que solo Livia, Yunia-le costó pronunciar el nombre, y una sensación de tristeza nos invadió a ambas-, tú, yo, y a lo mucho Auri debemos conocer. Es una posibilidad...

-Muy remota... Tienes razón, es mejor dejarlo estar así hasta que estemos del todo seguras...

Callé de repente, había reconocido el cosmos que se acababa de acercar a la habitación en cualquier lado.

Bella sonríe.

-Traes a tu enamorado tras tus pasos...-acto seguido se echa a reír.

-Serás...-pero yo tampoco puedo superar la tentación y me sumo a sus risas.

Niego con la cabeza y salgo de la habitación. Sonrío en cuanto le veo un poco más allá y me acerco.

-Hola.

-Nora, tenemos que hablar.-me responde Camus secamente. ¿Hablar? ¿De qué? Pero... ,¿qué estaba mal? Mi sonrisa se va borrando hasta apagarse por completo.

-¿Qué pasa?-le pregunto, mi preocupación se dejaba notar.

-Se acabó.-No. No puede hablar en serio.

-¿Qué?-abro los ojos y retroced, asustada. Pero...

-Lo nuestro se acabó, Nora. Me he equivocado contigo.-me responde. ¿Por qué? ¿Por qué me deja? ¿Qué ha salido mal? ¿Qué he hecho mal? Dímelo, dímelo y cambiaré.

-Pero... ¿Por qué dices eso?-le pregunto.

Contengo las lágrimas.

-Eso tú ya deberías saberlo, tú y Cristian. ¿No?-su frialdad me traspasa.

Camus se da la vuelta y desaparece por los pasillos.

Me quedo inmóvil. Las lágrimas comienzan a fluir.

¿Por qué?¿Por qué? ¿Por qué así? ¿Por qué no una explicación? ¿Por qué esa última frase? ¿Cristian? ¿Qué tenía que ver él?

Cierro los ojos y siento como todo eso me traspasa, creando agujeros a su paso que causan dolor, mucho dolor... Y por último, su frialdad, su insesibilidad hacia mí atraviesa mi cuerpo como una daga y se clava en mi corazón. Este no puede soportar el hielo. Cae en pedazos silenciosamente en mi interior, mi interior vacío. Todo lo que estaba en el Camus se lo había llevado consigo...

Y sin embargo, me había salvado. Había aparecido y desvancado a Runa trasformada en él con el fin de que yo me dejase matar.

Runa...

Miré al enorme lobo color marrón-rojizo y al lobo gris apagado peleando, buscando el cuello del otro. Cuando Kat saltara trasformándose a través de la fisura del ataque, había comprendido perfectamente la estratagema de Runa.

Muerte era lo único que deseaba para la bruja.

Muerte era lo que le quería dar.

Mas esa no era mi historia, aquella era la venganza de Kat, y la cumpliría ella.

El lobo marrón-rojizo logró aferrar el cuello del gris apagado y desgarrandole la piel, lo lanzó de forma que salió volando unos metros. En cuanto tocó el suelo, el lobo gris apagado se levantó. Pero ya no había tanta seguridad en sus ojos.

La ira del otro lobo, la furia asesina de Kat, estaba totalmente liberada, y nadie la frenaría hasta que cumpliera su propósito...

Miré a Dartsa y a su sonrisa maquiavélica.

No, la culpa de la muerte de mis padres no era mía.

Era suya.

Aunque yo hubiera nacido, aunque mis padres criaran a la Angel Caída, no habrían muerto si Dartsa no existiera.

Ella había creado la ola gigante. Ella había creado su muerte. Ella los había asesinado.

E iba a pagar por ello.

Dartsa me miró fijamente, su sonrisa había desaparecido.

-Vas a morir, Caída.

Ella los había matado.

Ella.

La tenía delante de mí. Había matado a mis padres, había matado además a toda la gente que iba en el crucero, había estado a punto de matar a Linda, a Livia, a Kat, a Bella, y ahora Camus estaba al borde de la muerte por su culpa.

-¡Ring of the died!

Esquivé el ataque de Dartsa dando un potente salto.

Acababa de firmar su sentencia de muerte.

Por ti, mamá. Por ti, papá.

Eché las piernas ara atrás y di un salto mortal hacia atrás.

Estiré los brazos con las palmas hacia arriba.

-¡Armadura de la Angel Caída a mí!

Y impulsé mi cosmos todo lo que pude, creando una explosión en forma de honda que golpeó a Dartsa y la lanzó lejos.

Muerte era lo único que le deseaba.

Muerte era lo que le quería dar.

Muerte, eso era lo que le iba a dar.


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